miércoles, 2 de mayo de 2012

Ruidos.

Era un día frío. La lluvia caía fuerte y formaba grandes charcos de agua. Se oían murmullos. Mucha gente susurraba formando pequeños corrillos y se respiraba un halo de tristeza. Una voz fuerte comenzó a escucharse. ¿Provenía del cielo? Yo era incapaz de identificar lo que decía; la lluvia no me dejaba escuchar sus palabras, aunque estas me relajaban. Eran tranquilas y con una tonalidad suave. Comencé a escuchar unos llantos. Estos comenzaron a expandirse, como si de un eco se tratase, hasta que estos se extinguieron y dejaron paso a unos gritos ahorcados. Hubo un silencio absoluto. La lluvia había cesado. Unos golpes fuertes , encima de mí, comenzaron a escucharse. ¿Qué es esto? ¡Parece tierra! Mas golpes. Mas tierra. Un flash se produjo en mi cabeza. Ahora lo recordaba: el accidente. Los gritos. Las ambulancias. El hospital. Mas gritos. Los besos en la frente. Esto era mi entierro. Estaba dentro de una tumba. ¡Pero estoy vivo! ¡¿Alguien me oye?! ¡Vivo! ¡Dejadme salir! Me quedé callado para intentar escuchar alguna reacción del exterior. De nuevo silencio absoluto. Otra pala de tierra cayó sobre mi. -Descansa en paz amigo. Fueron las últimas palabras que escuché.

 
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