viernes, 13 de abril de 2007

Un día cualquiera

Aqui estoy, en el tren. Primer vagón. Va muy lleno y la gente va apiñada.
Se me acaba de sentar un tío enfrente. El poco espacio que ya tenía para mis pies ha quedado reducido a una pequeña casilla de ajedrez. Creo que es un peón. Lo digo porque se parece al resto. Aqui hay de todo: peones, torres, alfiles,damas... Cada pocos minutos salen por la puerta las fichas comidas, y entran en juego nuevas fichas que ya han coronado, pero entran tristes. Sus caras reflejan el miedo, miedo a lo desconocido, a la seguridad de que antes o después una torre o un jinete irá a por ellos. Algunos no aguantan la presión y se suicidan y bajan en la siguiente parada. Otros luchan de forma heroica y mueren como los grandes reyes. Pero todos son conscientes de su destino.
Dos filas mas adelante se encuentran dos torres negras. Apenas dejan sitio a las demas piezas, pero son conscientes de su superioridad. De repente se levantan, y salen por la puerta. Han desaparecido. En realidad era todo una mascara:tenian el mismo miedo que todos. Me levanto y grito -¿por que luchar? - Todos me miran y su cara refleja incomprensión. Todo esta perdido. Me bajo en la próxima parada.

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